Los Defensores de la profesionalización de la dirección pública.
Quizá, antes de entrar en el detalle de mis propuestas, sería conveniente echar un vistazo a lo que otras personas más competentes que yo dicen sobre este asunto, los que llamo defensores de la DPP. En esta entrada voy a referenciar algunos de sus trabajos que me han servido de contraste con mis experiencias.

Como ya he comentado, al final de mi período laboral estuve investigando, desde mis humildes capacidades y conocimientos, las posibilidades de mejora de la gestión de las organizaciones públicas.
Buscaba la justificación teórica de lo que mi experiencia me decía y que no es otra cosa que una propuesta práctica de cómo profesionalizar la labor de Gestores y Directivos.
En general me limité a búsquedas a través de internet y a la lectura de artículos y algunos (pocos) libros y enseguida hubo alguna luz al conocer la existencia de personas, altamente cualificadas, que también reflexionan sobre esta problemática y pelean por la mejora de la Dirección Pública.
Rafael Jiménez Asensio.
Uno de los más claros en sus opiniones y a quien cito en varias entradas y también en esta, es Rafael Jiménez Asensio cuyo blog La Mirada Institucional he descubierto recientemente.

Estamos hablando, como comprobaréis al acceder, de otro nivel de reflexión, no de mis chascarrillos. Yo me muevo exclusivamente en el terreno de lo práctico y de lo que he vivido, no tengo su preparación técnica.
Sin embargo, tristemente veo que es tan pesimista o más que yo, ¡¡qué le vamos a hacer!!
Vuelvo pues un momento a RAFAEL JIMÉNEZ ASENSIO y a “LOS DIRECTIVOS PÚBLICOS EN ESPAÑA (TRES TESIS Y ALGUNAS PROPUESTAS)« que tras recordarnos, como ya vimos, la situación a la llegada de la democracia, analiza las posibles soluciones y concluye muy duramente y, como digo, con poco optimismo:
“No cabe sino subrayar a estas alturas el innegable valor estratégico que para cualquier organización pública tiene el segmento de la dirección.
Quien no quiera ver esta realidad es, lisa y llanamente, un ignorante o, lo que es peor, alguien que quiere seguir aplicando prácticas clientelares en el sector público.
La mejora del rendimiento institucional de cualquier organización pública exige, por tanto, la institucionalización efectiva de ese “tercer espacio” entre la política y la administración que puede denominarse convencionalmente como “dirección pública profesional».
La lección que de estas páginas debe extraerse es muy precisa. Las administraciones públicas españolas, en el ámbito de la dirección pública profesional, se encuentran en “el furgón de cola” de los países con estructuras democráticas consolidadas.
Esta pésima situación, que bien puede calificarse de subdesarrollo institucional, hipoteca nuestro futuro y condiciona fuertemente las bases de un desarrollo económico, político y social sostenible al margen de coyunturas más o menos benévolas. Ciertamente, esta situación en la que se encuentra la dirección pública no es fruto de la casualidad ni tampoco algo contingente.
La cultura de la confianza política, de “la clientela”, de la consideración patrimonial de lo público, la falta de responsabilidad y el “amateurismo”, así como el nepotismo, son herencias fuertes de un largo proceso histórico que han terminado por echar profundas raíces en nuestra ”cultura” política y en nuestras mentalidades: ir arrancando esas raíces será tarea larga y prolija.
Pero si no empezamos a dar pasos, por pequeños que sean, el futuro quedará fuertemente hipotecado y la competitividad de nuestro sistema público perderá enteros frente a entornos que se están mostrado mucho más ágiles y receptivos».
Otros defensores
Algunos de los otros defensores de una dirección pública profesionalizada que he encontrado en mis búsquedas por internet y que pueden ayudar a entender mejor la problemática, son los que os adjunto a continuación:

PABLO CARDONA en “En busca de la competencias directivas” afirma que las competencias directivas son aquellos comportamientos observables y habituales que justifican el éxito de una persona en su función directiva.
FRANCISCO LONGO en El desarrollo de competencias directivas en los sistemas públicos: UNA PRIORIDAD DEL FORTALECIMIENTO INSTITUCIONAL comienza estableciendo la premisa de que la evolución de los estados modernos hacia lo que hoy llamamos un estado prestador, social o de bienestar nos lleva a una enorme expansión de la actividad prestadora de los poderes públicos que da lugar a una creciente complejidad y diversificación de los procesos de producción de los servicios y aparece la necesidad de definir la función directiva.

El mismo FRANCISCO LONGO en el artículo “INSTITUCIONALIZAR LA GERENCIA PÚBLICA: RETOS Y DIFICULTADES” habla de otro aspecto interesante del problema, del control de los departamentos centrales de función pública sobre la organización administrativa:
«La capacidad de dirigir es inseparable de la posibilidad de tomar ciertas decisiones sobre áreas como los recursos financieros o humanos lo que entra en colisión con las prácticas, habitualmente centralizadas de las burocracias públicas.
La transformación del marco relacional se produce aquí, por consiguiente, en forma de transferencia a los gestores de facultades anteriormente retenidas por órganos de la tecnoestructura.
Estos, a su vez, ven cambiar sustancialmente su papel en las organizaciones hacia la realización de los sistemas de control de rendimiento de la práctica directiva y gestora”.
ALBERTO PALOMAR OLMEDA en el documento Pautas para el diseño de un estatuto de DIRECTIVO PUBLICO en el marco de las ADMINISTRACIONES CONVENCIONALES concluye con la necesidad de establecer unas reglas específicas de conexión entre el sistema funcionarial convencional y el de directivos públicos.

CARLES RAMIÓ MATAS en “POLÍTICA Y GESTIÓN: La regulación del rol del DIRECTIVO PÚBLICO” considera que hace falta un Estatuto del Directivo Público y que en el momento actual es más necesario que nunca. Propugna la división en tres niveles, político, político-profesional (polotécnico) y profesional.
RAFAEL JIMÉNEZ ASENSIO, MANUEL VILLORI y PALOMAR OLMEDA en el libro LA DIRECCIÓN PÚBLICA PROFESIONAL EN ESPAÑA En democracia, gente no experta (con legitimidad política) dirige a gente experta (legitimada por mérito y capacidad acreditada en un proceso directivo).
«Para que gente no experta dirija a gente experta es necesario que se intercale entre ambos ámbitos gente que, equilibradamente, conjugue compromiso y afinidad política con solvencia técnica profesional. La Dirección Pública ha de cumplir esta misión».

JUAN CARLOS CORRALES GUILLÉN Y CAYETANO PRIETO ROMERO hablan en “LA FIGURA DEL DIRECTIVO PUBLICO PROFESIONAL” de la falta de regulación que permite diferentes opciones en los diferentes ámbitos y defienden un Directivo Profesional con relación laboral, no funcionario.
ALEJANDRO NIETO en su libro “EL DESGOBIERNO DE LO PÚBLICO” defiende que los directivos sean funcionarios ante la posibilidad de que el nombramiento de directivos no funcionarios se utilice para que “se premien servicios de confianza ya prestados y/o se estimulen fidelidades futuras”.
Comprobaréis en mi propuesta que en muchas cuestiones me acerco mucho a alguna de las consideraciones de estos expertos, si bien en otras, no tanto.